jueves, 8 de enero de 2015

MANÍAS, PÁNICOS Y CRACS

La obra de Charles P. Kindleberger titulada "manías, pánicos y cracs" no es meramente una explicación histórica de las crisis financieras que han  ido surgiendo, sino también un enérgico intento de sentar algunas bases en la literatura económica.

Se intenta analizar y justificar las causas de por qué cada crisis tiene 'tres fases' que el autor las expresa de manera metafórica. Las manías se asocian a la euforia económica; las empresas comerciales se vuelven cada vez más optimistas y el gasto de inversión aumenta vertiginosamente porque el crédito es abundante; Ucrack es un colapso de los precios de los activos, ó lo que es lo mismo, el que los activos no valgan nada; y un pánico es un miedo injustificado y demente que sufren los inversores que hace que se deshagan de sus activos vendiéndolos por dinero si les es posible, cuando suponen que van a perder el capital invertido en ese activo.

Durante la conocida Edad Contemporánea se ha dado lugar a numerosas crisis financieras que normalmente siguieron la estela de aumentos de las provisiones de crédito, incremento en el optimismo de los inversores y a un crecimiento económico más rápido. Cuando ocurre esto las personas comienzan a especular e incentivan su compra de valores y activos para tener beneficios a corto plazo gracias al aumento de sus precios, lo que conlleva un endeudamiento mayor de éstas con los bancos, los cuales también especulan y reflejan la euforia que transmite ese momento de auge económico invirtiendo mucho más. Todo esto conlleva una subida excesiva de los precios de los bienes raíces y las acciones, hasta tal punto que se vuelven insostenibles a largo plazo. A todo este fenómeno que es seguido por una crisis financiera es conocido como ‘burbuja financiera’, uno de los pilares esenciales de este libro. Se les llama burbuja por el hecho de que en el momento en que los inversores especulan, invierten y se endeudan más, la burbuja va creciendo; pero cuando la situación se vuelve insostenible a largo plazo tras una gran subida de los precios y cuando no hay suficiente dinero en efectivo para pagar los intereses de préstamos anteriores, la burbuja se vuelve tan grande que explota. Entonces los precios de estos bienes raíces caen pronunciadamente, al igual que el de las acciones. Esto provoca también una depreciación, normalmente muy marcada, de las monedas de los países afectados por esta explosión de la burbuja financiera.

El fenómeno de las burbujas financieras incentiva la volatilidad de los precios de los productos básicos, las divisas, los bienes raíces y las acciones. Esto ha ocurrido en los últimos 40 años, en los cuales ha habido cuatro oleadas de crisis financieras, cada una precedida de su respectiva burbuja: La primera oleada de crisis tuvo lugar en la década de 1980 cuando México, Brasil, Argentina y otros diez países en vías de desarrollo incumplieron sus pagos de sus préstamos, ahí se rompió un tópico que decía: ‘los países no quiebran’. En este contexto, Japón se situaba en el umbral de la economía mundial. Los bancos japoneses aumentaron sus préstamos y su capital mucho más rápido que los estadounidenses o alemanes. Al comienzo de la década de 1990 la economía japonesa se desplomó; numerosas instituciones financieras japonesas quebraron. Paralelamente Noruega, Suecia y Finlandia experimentaron burbujas en sus mercados y acabaron explotando al mismo tiempo que la de Japón. A esto se le conoce como la segunda oleada de crisis desde 1970. La crisis financiera asiática que empezó a mediados de 1997, fue la tercera oleada. Los precios inmobiliarios y los precios de las acciones subieron en Tailandia, Malasia e Indonesia, que conformaban los ‘pequeños dragones asiáticos’, pero finalmente se vieron envueltos también en una crisis financiera. La cuarta y última oleada comenzó en 2007, en la que se vio la desaceleración económica más grave desde el crac del 1929. Los precios de los bienes raíces de Estados Unidos  comenzaron a aumentar a una tasa superior a la normal. Este aumento de precio provoco el auge de la construcción. La oferta de viviendas era demasiada para la demanda que existía y las empresas se encontraron con deudas que no podían pagar y, consecuentemente, con la bancarrota. La fuerte caída de los precios de los inmuebles provocó la crisis financiera, algo parecido pasó en gran Bretaña, España, Irlanda e Islandia.

Cuando emergen las manías y las burbujas los respectivos gobiernos están llamados a establecer una política económica correcta para subsanar la situación o para reducir la gravedad de cualquier consecuencia negativa. Prácticamente en la totalidad de los grandes países existe un ‘prestamista de último recurso’ que suele ser el banco central de cada Estado. Se ha llegado a valorar la opción de un prestamista de último recurso internacional como colchón para cualquier desliz económico (ya sea devaluación de una moneda, caída de los precios de bienes raíces o cualquier otro indicio de crisis financiera) en cualquier país. Aunque eso conlleva plantearse dudas; cuando en una crisis los precios de los activos disminuyen de forma pronunciada, el aumento de la demanda de liquidez puede conducir a muchas personas y empresas a la quiebra, y la venta de activos en estas circunstancias tan difíciles puede provocar caídas en sus precios.

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